Infancia

Todo era fácil. Todo. El mundo era un lugar pequeño, que se reducía a nuestro querido baúl, lleno de juguetes. Papá nuestro héroe. Mamá nuestra ídolo. Si te tuviera que resumir en una palabra, esa sería inocencia. Inocencia al caerse un diente y dejarlo debajo de la almohada para que por la noche viniese el Ratoncito Pérez a recogerlo, y a cambio, nos dejaba un pequeño regalito. Inocencia al esperar un cinco de enero para irse pronto a dormir -habiendo puesto previamente agua y lechuga para los camellos y galletas para sus Majestades- porqué al día siguiente íbamos a encontrar debajo del árbol los regalos que los queridos Reyes Magos nos habían traído, aunque yo nunca los encontraba debajo del árbol, siempre tenía que recorrerme toda la casa de arriba a abajo buscándolos, se ve que a mi me querían entretener más de la cuenta, ¡ah! y si te habías portado mal, no te librabas del carbón. Inocencia a pensar que tan solo con decir "casa" podías parar cualquier cosa. Inocencia a creer en princesas que besan sapos y éstos se convierten en príncipes azules, cosa que no existen, ya que los príncipes azules sólo existen en los cuentos. Inocencia al pensar que en la vida, todo, absolutamente todo, tiene un final feliz.


Al tomar esta foto, se me pasaron todas estas cosas, y más por la cabeza, y no sé, me apetecía plasmarlo.  




Comentarios