Es algo que no planeas. Un día te despiertas, te conectas y conoces a alguien interesante que te cae bien, que te hace reír... en principio sólo eso. No sabes que en ese mismo instante, la vida te ha cambiado para siempre. Sigues hablando con esa persona, y cada vez estás más agusto con ella. Compartís historias, risas... es como si le conocieras de toda la vida. Cuando no estás hablando con ella, recuerdas sus palabras y sonríes. Cuando estás solo en tu cuarto, recuerdas su voz, y sonríes. Cuando estás haciendo un examen, recuerdas sus bromas, y sonríes. Cuando escuchas su nombre, y sonríes, mientras sientes un pequeño cosquilleo. Es como si gracias a ella, hubieras olvidado todas las cosas malas que te rodean, como si no existieran las desgracias, y todo fuera alegre y precioso. Lo malo empieza, cuando empiezas a soñar con esa persona y cuando te conectas, expresamente para estar con ella. Sientes cosas extrañas, que jamás has sentido con personas que ves cada día, que puedes tocar. Te pones muy nervioso cada vez que lo ves aparecer. Sientes unos deseos irrefrenables de estar todo el tiempo con ella y celos, cuando piensas que todo lo que te dice, puede decírselo a otro. Cierras los ojos, oyes su voz, y te lo imaginas a tu lado. No hay distancia de por medio, sólo estamos los dos. Te mueres por cogerle de la mano, por besarle, por abrazarle, por mirarle a los ojos y decirle que la quieres, que la necesitas, que es lo más importante de tu vida. Pero no puedes. Y eso hace que estés mal, que tengas una angustia que te reconcome. Que sientas demasiada impotencia, y rabia a la vez. Y entonces, empiezas a preguntarte cosas, a replantearte los hechos y a querer contar todo. Pero esto te supera, ya no puedes controlarlo. Es imposible renunciar a aquello que te hace tener una sonrisa cada día, que hace que te sientas especial, que te hace tremendamente feliz.